miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 EL “PERRO” CISNERO


“¡No sé rendirme; después de muerto hablamos!”… Esta frase contundente de Cisnero, a la cual honro con gloriosa y patriótica determinación, es una definición en si misma de la entereza de carácter del sargento. Una sociedad que no sabe honrar a sus héroes está a la deriva. Una nación que no sigue los designios de sus mejores hombres está confundida y, de seguro, inmersa en una gran crisis ética. El combatiente Cisnero poseía bien clara su tabla de valores. La patria es tan amada por ÉL como su propia familia carnal.
Mario Antonio Cisnero, nace el 11 de mayo de 1956  en la provincia de Catamarca. Apenas estalla el conflicto bélico con el usurpador británico en el año 1982, dona el 50% de su sueldo al “fondo patriótico”. Desde ese mismo momento, solicita destino en el frente de batalla. Luego de apasionadas insistencias, se le conceden sus deseos. Así parte el infante Cisnero, el hombre de la compañía de comandos  al seno mismo de nuestras queridas islas Malvinas. Cuando parte de la provincia de la Pampa hacia el teatro de operaciones del atlántico sur dispara una rotunda y drástica sentencia a sus seres queridos: “¡No me entrego prisionero, ganamos o no vuelvo!”…
La bandera argentina impresa en su uniforme militar representa los ideales patrióticos que “el perro” Cisnero guardaba en su límpida alma. La vida de Mario Antonio, “el perro”, Cisnero es una historia tan grande y sublime que las palabras deben respetar la adoración de un redentor silencio. Dejamos algunos de sus conceptos vertidos en su última carta: “Concédeme Oh! Rey de las Victorias, el perdón de la soberbia. He querido ser el soldado más valiente de mi Ejército y el argentino más amante de mi Patria. Perdóname este orgullo, Señor.”

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